martes, 30 de marzo de 2010

La mentira de la reencarnación

Es notable la capacidad de fantasear que permitió al hombre primitivo escapar de la idea de la muerte como tránsito hacia la nada. La creación mental resultante fue la idea de espíritu, de “reino espiritual”. Allí, en ese “otro mundo”, alejado de todo paro cardíaco, de toda corrupción de la carne, de todo lo material, se podía continuar existiendo.


Nacen así las ideas de reencarnación, resurrección, metempsicosis, cielo, purgatorio e infierno.

Los pioneros de la teosofía, han ideado un sistema en el que existen infinidad de seres espirituales esperando turno para la encarnación. También nos hablan de reencarnación.

La idea de la reencarnación, inventada con el fin de rehuir el concepto de muerte como viaje sin regreso hacia la nada, se entiende de varias maneras.

Según la doctrina de la predestinación, en contradicción con otro dogma, al nacer un niño, Dios no crea un alma para él, porque ésta ya preexistía como individuo en condición espiritual, pero por primera y única vez nace en forma humana.

A su vez, según la idea de la transmigración o metempsicosis, el alma humana ya ha tenido varias encarnaciones no sólo en seres humanos, sino ¡también en animales y plantas! Puede renacer tanto para habitar en un cuerpo humano, como retornar de este hacia el animal o vegetal.

Por último, en la reencarnación propiamente dicha, según los teósofos quienes pretenden sostener una auténtica ciencia, el alma humana antes de su nacimiento como niño, ya ha vivido en la Tierra como hombre o mujer. Pero una vez hecha humana si antes era otra cosa, ya no puede retrogradar. (Véase al respecto: C. Jinarajadasa, Fundamentos de teosofía, Kier, Buenos Aires, 1982, pág. 58).

Esto, evidentemente se halla entroncado con el budismo.

Buda, para cortar el hilo de las interminables reencarnaciones con posibilidades de retrogradar de formas superiores a formas inferiores, modificó el dogma brahmánico en el sentido del progreso lineal hacia una meta final y segura: el Nirvana.

Leemos en “Explorando el budismo” de Christmas Hmpreys (Ed. Dédalo, Buenos Aires, 1975, pág. 82), autor de más de una docena de libros sobre el budismo, el siguiente poema titulado: Cuando yo esté muerto:

  • “Cuando yo esté muerto, ¿quién muere y dónde estoy yo?

  • ¿Una gota de rocío sobre un mar brillante un huésped del cielo?

  • ¿O descanso por un tiempo y después vuelvo para una nueva experiencia?

  • No existe nada inmutable, cielo o infierno ni el olvido de la vida.

  • Sólo un corazón en reposo, y después más andar.

  • Vivimos, y al vivir aprendemos; morimos, y de nuevo volvemos

  • Sin embargo, ¿qué es lo que vuelve a esta agitada Tierra?

  • No lo sé.


Hay un camino que viene al nacimiento en todo hombre, y al final, reconocerá el hermano a toda cosa como amiga”.

La palabra Karma (en Pali; Kamma) posee tres significados: 1º) la ley natural de la acción y reacción como iguales y opuestas; 2º) los resultados de la acción en el sentido de la resultante neta de una larga serie de acciones realizadas por un individuo o grupo. En este sentido, un hombre habla de su “buen Karma”, o señala “mal Karma” que está sufriendo en ese momento un grupo o una nación.

Oscuro parece el budismo para la mentalidad occidental. No obstante, los budistas afirman que la gran mayoría de la humanidad acepta la enseñanza del Karma, ante el interrogante: ¿Hay una ley viva, como lo son todos los procesos del pensamiento, la emoción, y nuestros cuerpos que están relacionados entre sí? El budismo tiene una respuesta clara, pues nos dice “que no hay nada muerto, que todo el universo no es otra cosa que la semejanza exterior de la Sola-Mente, y que toda parte de su transformación es indivisiblemente una vida, una ley y una Iluminación”.

“La doctrina de la reencarnación es un corolario necesario de la del Karma. Si un hombre es responsable de las consecuencias de sus pensamientos y sus actos, no puede escapar a los consiguientes resultados por la muerte de su cuerpo físico. Aun el suicida regresa una y otra vez a la situación que se negó a enfrentar hasta que haya aceptado los productos de su propia imaginación.”

Vemos así que todo este producto de la más genuina imaginación basado puramente en la presciencia milenaria, es a la luz de nuestra contemporánea ciencia experimental, una sarta de destapares.

Sólo los nescientes pueden aceptarlo hoy día, pero lamentablemente vemos cómo se multiplican los libros y libritos sobre el tema bajo el falso rótulo de ciencias milenarias, sabiduría de antaño y otros motes.

Solo resta aconsejar, por parte de los que nos basamos en la auténtica ciencia (la experimental) que la gente que no posee vocación para las ciencias, al menos se instruya nutriéndose de los textos de divulgación de los conocimientos con base experimental, con el fin de ilustrarse y no ser víctima de los aprovechados de siempre.

Aquí el audiolibro de la nota: "La mentira de la reencarnación"

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Audiolibro de la nota: "La mentira de la reencarnación"

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno el concepto de reencarnación o transmigración es mucho mas lógico de lo que aparenta. Si entendemos las formas de vida como acumulaciones de energía de diversa procedencia, la alimentación simplemente es coger energía de otros seres vivos que a la vez han cogido energía de otras fuentes. Por lo tanto cuando una hembra se queda fecundada y se empieza a gestar otro individuo, es creado con la energía obtenida de otros seres, así que es muy fácil pensar que hay parte de los otros seres en el nuevo individuo (porque energéticamente la hay). Y si retrocedemos en la cadena alimentaria todos estamos interrelacionados y es muy fácil crear un sistema de "reencarnaciones". No acabo de ver del todo claro las teorías de reencarnación, pero veo su lógica y también su miedo a la muerte.
Pero me parece un título muy poco profesional para un artículo que está analizando un mito. Es demasiado subjetivo, para encima luego hablar de la "autentica ciencia".

Anónimo dijo...

bendita ciencia, cuantas cosas sabe y cuantas se le escapan...

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